29/6/10

¿Qué me preocupa de la reforma laboral?

Leyendo lo que se viene escribiendo sobre la reforma laboral, tanto en los medios de comunicación como en muchos blogs que me gusta leer, hay una cosa que me empieza a preocupar: las posturas extremas.

Cuando uno defiende su postura con pasión, está convencido de que es la correcta, y lo hace durante un tiempo prolongado, se busca el blanco y negro y se olvida uno de los grises. Es decir, se tiende a insistir demasiado en los argumentos más inmediatos, llamativos y que refutan al “rival dialéctico”, en detrimento de otros, posiblemente más importantes, pero sujetos a discusión e incertidumbre.

En el proceso de reforma laboral que el gobierno está tramitando, lo anterior se traduce en lo siguiente: para unos, la reforma es la solución a la mayoría de nuestros problemas, no importa tanto su contenido: es necesaria una reforma y punto. Para otros, la reforma es un ataque a los derechos de los trabajadores, una consecuencia del sometimiento de los gobiernos al “imperio de los mercados”.

Llegados a este punto, es necesario recordar lo obvio:
  • La reforma laboral no es una receta para resolver un problema inmediato. No reconocer esto, incluso por sus más acérrimos defensores, y explicarlo bien al ciudadano, conducirá a frustraciones de algunos y a un clima de crispación en el que los otros enarbolarán el “yo ya lo dije” sin posibilidad de ser rebatidos.
La reforma laboral es una medida estructural o, como dirían mi compañero de blog, Demócrito, y Jorge Galindo, forma parte de un proceso, de un proceso social: debe poner las bases para facilitar un funcionamiento más ágil y racional de un mercado de trabajo, el español, que ha demostrado con creces su nivel de surrealismo. Debe acompañar el crecimiento económico cuando éste se produzca, probablemente (ojalá me equivoque) dentro de algunos años, y mientras tanto facilitar la salida de la crisis y que la próxima no tenga efectos tan brutales sobre el empleo.

A este respecto, no ayuda nada argumentar que el mercado laboral español es de los más flexibles según algún indicador que circula por ahí, obviando que lo es de forma agregada porque es tremendamente (e indeseablemente) flexible para un 30% de la población y relativamente rígido para el resto. Tampoco ayuda ver día sí y día no al Gobernador del Banco de España reclamando la reforma: está bien que una figura cualificada que dispone de mucha información ofrezca su opinión sobre el tema, pero tanta insistencia, cansa. Sobre todo porque aún estamos esperando que se ocupe de lo que debería, que es de la reforma financiera y de las Cajas de Ahorro.
  • El pim-pam-pum antisindical (en palabras de José Rodríguez), no debe exacerbarse. Cambiar el statu-quo no es fácil para nadie. Los sindicatos se enfrentan también ellos a un proceso: no se trata sólo de combatir una medida que consideran que daña sus intereses o los de sus representados, o su posición en el diálogo social… se trata de que los sindicatos deben redefinir su papel dentro de la sociedad, deben reinventarse, y eso no es fácil para nadie… además, “al enemigo hay que dejarle una salida”, si piensas que aún puede hacer daño. El hecho de que los sindicatos reciban palos por todas partes y estén cada vez más acorralados creo que no puede traer nada bueno. Yo, sin embargo, confío en que lo consigan y salgan de todo esto manteniendo posturas y actitudes menos ancladas en el pasado y los eslóganes. Confío mucho menos en que lo haga la CEOE: mientras que de los sindicatos se puede decir que han sido razonables en el pasado reciente, la CEOE aún mantiene como presidente a un despreciable mamarracho cuya actuación y actitud debería avergonzar a cualquier empresario de este país.

  • Otro punto que me preocupa de la reforma laboral es que se está olvidando lo importante, y centrando todo el debate, como siempre, en los costes del despido. Y se está olvidando exigir a la contraparte: se pone toda la presión en los sindicatos, y se pide un esfuerzo a los trabajadores... pero se nos está olvidando exigir al empresario que cumpla su parte. ¿Qué van a hacer las empresas para mejorar la productividad? La reforma no puede ser un cheque en blanco para las empresas y que éstas tampoco cambien el statu quo. Medidas para indexar los salarios a la productividad, por ejemplo, las empresas son las que tienen que crear mecanismos para aplicarlas con rigor… Otra medida posible que recuerde al empresario su responsabilidad es la de penalizar a las empresas según su historial de despidos. Seguro que hay otras: ¿qué se puede hacer para fomentar la tan traída y llevada innovación? Y hablo de innovación quitándole todo el glamour y el idealismo al proceso, como bien se argumenta aquí y aquí. Sobre todo estoy pensando en las miríadas de PYMES y autónomos que configuran la mayoría del tejido productivo de este país, para los que todo esto posiblemente suene a chino…
Antes decía que se está olvidando lo más importante que debería tener una reforma laboral. Otros han argumentado en detalle sobre el tema, por ej. aquí, aquí o varias veces aquí. Resumiendo mucho, para mi lo esencial es lo siguiente:
  • Eliminar la dualidad. No puede seguir habiendo un 30% de “parias”, la mayor parte jóvenes que sin estabilidad laboral no pueden tener proyecto de futuro. La multiplicidad de contratos eventuales fomenta el fraude (y no, aumentar el nº de inspectores de trabajo no es la solución), favorece la inversión en ladrillos y chiringuitos de playa y, sobre todo, conforma una especie de “reserva para los malos tiempos” para los empresarios, una bolsa de gente que saben que no tendrán problemas para despedir cuando las cosas se pongan difíciles, y por tanto que no tienen ningún incentivo para convertir en indefinidos e invertir en ellos.
  • Eliminar trabas burocráticas y confusión legal a los procesos de contratación y despido. (Y que los costes no dependan de la decisión de un juez, como argumenta Citoyen en el enlace anterior)
Los dos puntos anteriores se podrían resolver con un contrato único indefinido con indemnización creciente por antigüedad. Esto no lo contempla la actual reforma.
  • Reconfigurar la negociación colectiva. Este es un punto complejo, pero el objetivo debe ser claro: que los salarios no tengan un efecto procíclico: no pueden estar aumentando cuando la situación económica empeora. Como ya argumentaba en otra entrada, la reforma debe evitar que los ajustes de productividad se produzcan masivamente vía incrementos del paro, y debe favorecer en lo posible (no es la única tecla a tocar) el incremento sostenido del “valor generado”. 
  • Flexiseguridad: se nos vuelve a olvidar mirar a los países escandinavos, o dicho de otro modo: proteger al trabajador, no al puesto de trabajo. La protección debe aumentar, pero debe incentivar la búsqueda de empleo. Una idea que me gusta es la de incrementar los años de cobro del subsidio del desempleo, pero en cantidades decrecientes con el tiempo. El objetivo es evitar el paro de larga duración, con sus indeseables efectos sobre la productividad y la moral del parado. Pero mejorar la empleabilidad del trabajador exige algo más que su propio esfuerzo: también exige unos servicios de búsqueda de empleo y de formación y reciclaje del trabajador parado que funcionen y no sean meras oficinas administrativas para tramitar el cobro del subsidio.  
Como a nadie se le escapa, algunos de estos puntos son complejos, requieren un análisis bastante técnico, y en mi opinión es lo que debería estar ocupando las horas de estudio y negociación de nuestros agentes sociales, en lugar de las obviedades y los “derechos inalienables del trabajador”. Estudiar los detalles, acordar los mecanismos, probar y rectificar las políticas… pero con dos o tres objetivos claros.

15/6/10

La lucha femenina por los 14 ochomiles

Durante los últimos meses ha sido noticia en el mundo del montañismo hispano la lucha que venían manteniendo la española Edurne Pasaban y la coreana Oh Eun Sun por ser la primera mujer que corona los 14 ochomiles, lucha que parece haber ganado la coreana con su reciente ascenso al Annapurna, a pesar de las dudas que existen sobre si de verdad llegó en su momento a la cima del Kachenjunga o realmente no llegó a coronar.

Mis amigos montañeros han seguido la competición con mucho interés, incluso con patriotismo, poniendo en duda el éxito de Miss Oh con mayor pasión si cabe de lo que ya lo hace el entorno de Edurne y algunos medios de comunicación, sobre todo españoles. Causa risa la manera de dar la noticia de La Sexta al día siguiente de la cumbre de Miss Oh, tratando de desprestigiar a la coreana porque “lleva un equipo de más de 20 colaboradores que le hacen el trabajo” y “todo el despliegue de la televisión coreana”… como si Edurne no llevara con ella a un grupo de élite del montañismo español y todo el respaldo de TVE a través de su programa Al Filo de lo Imposible.

Mi interés como montañero por la “carrera” ha sido escaso: la verdad es que me importa muy poco si es Edurne, Miss Oh o paquita la del barrio la primera que conquista los 14 ochomiles. Creo que todo esto no es más que una lucha de patrocinadores, de la que las televisiones respectivas sacan partido tratando de vender espectáculo. No tengo ninguna objeción a eso, siempre que la lucha sea razonablemente leal y no asistamos a ningún episodio bochornoso. Seguro que hay una audiencia importante que disfruta con el espectáculo. Puedo entender también el interés de las protagonistas, pues además de “pasar a la historia” es una manera de conseguir patrocinadores para el futuro y de conseguir fama e ingresos a base de libros, documentales y conferencias… algo nada despreciable para un mundillo, el del alpinismo profesional, que permite a muy pocos ganarse la vida con desahogo.

Por lo que no paso, sin embargo, es porque las protagonistas que se han metido en esta carrera (o que han sido arrastradas por otros) me digan que para ellas ser la primera no es tan importante, y que no van a la caza del record, y que lo más importante es la belleza de la montaña, y las experiencias compartidas, y bla, bla, bla… Reconocer sin tapujos que ésta actividad tiene mucho de marketing no le resta mérito a unas ascensiones que siguen siendo muy comprometidas, a pesar de todo.

Por eso creo que tan exagerada es la presencia continua de Edurne en programas y medios de comunicación y su presentación como heroína de nuestro tiempo, como injusto es el intento de desprestigiar sus logros como si tales ascensiones fueran paseos por el campo.

A este respecto, suelo seguir con gusto e interés las crónicas que Óscar Gogorza dedica al mundo del alpinismo en el diario El País. Sin embargo, su insistencia en la búsqueda de la pureza en el montañismo le está llevando a ser injusto con Edurne y su equipo y dar una cierta sensación de “manía persecutoria” a todos los que seguimos sus crónicas.

Está bien informar al público general de que existe otro alpinismo, el auténticamente “de élite”, llevado a cabo por personas que buscan la innovación en la manera de ascender una montaña, abriendo nuevas vías no trilladas, generalmente buscando la dificultad técnica y el compromiso, y en cualquier caso tratando de dar un carácter de aventura a una actividad que en parte la estaba perdiendo en los últimos tiempos. Es cierto que esta gente no suele salir en los medios de masas, y que muchos de ellos se las ven y se las desean para ganarse la vida… pero al fin y al cabo, éste es el camino que han elegido. Su presencia en el mundo alpinístico está sobradamente reconocida por el mundillo, y que les reconozcan más o menos entre el público general posiblemente no les importa demasiado. Todo ello no le resta mérito, ni dificultad, ni compromiso, a una actividad como la de Edurne: es cierto que juega en otra liga (algo que ella nunca ha negado), pero también es cierto que estamos hablando de ascender ochomiles, una actividad comprometida incluso si la ascensión se realiza por las vías normales y con generosos equipos humanos y técnicos. Me parece injusto insinuar que lo que hace Edurne es “pasear por la montaña”.

Una vez dejada clara mi posición sobre Edurne, volvamos al tema ése de “ser el primero…”. En mi manera de entender el montañismo el concepto de “ser el primero” tiene poca cabida. Desde luego, ser el primero en ascender una montaña tiene el mérito de enfrentarse a lo desconocido, el componente de “exploración” y de “aventura”… algo que tuvo mucha importancia en el pasado y algo menos ahora, aunque sólo sea porque quedan pocas montañas sin ascender. Pero ser el primero en ascender a 14 ochomiles, o a los 300 tresmiles de los Pirineos, o ser el primero en repetir x veces el Everest, o en ascender a la pata coja tal montaña... en fin, este tipo de cosas, carecen por completo de interés para mi.

Esto no responde a una ingenua búsqueda del purismo, sino a algo más egoísta: ¿qué se puede aprender de este tipo de actividad? ¿Qué lecciones puede sacar un joven montañero, alguien que empieza, de todo ello? En mi opinión, muy poco…

Por otra parte, mis referentes en el mundo del montañismo, como por ejemplo Gaston Rebufat, casi nunca fueron los primeros… Este legendario guía de los Alpes, que formó parte de la primera expedición al Annapurna (cuya cima finalmente hollaron sus compañeros de expedición Hezog y Lachenal), nos deja en sus memorias una lección conmovedora de renuncia a la cima en aras de la amistad, cuando sus compañeros vuelven de la cima seriamente tocados y él y Terray, medio ciegos y con congelaciones, deciden cargarlos a la espalda (en las laderas del Annapurna y con material de los años 50!!!!) y tratar de ponerlos a salvo. Os dejo con sus palabras:

“Mientras abandonamos las dos pequeñas tiendas del campo V para tratar de alcanzar los campamentos inferiores, me parece que durante estos momentos Terray y yo somos los encargados de una misión que corresponde a lo que más me gusta de mi trabajo como guía: disfrutar de la renuncia en nombre de la amistad y negociar con la tempestad para poner a salvo a los compañeros. La noticia de su victoria no debe morir aquí, resulta importante que los propios Herzog y Lachenal la anuncien directamente; si no, poco importaría todo”.

De gente como Rebufat, como Troillet, se puede aprender. Que a la montaña se va a vivir, y no a morir, y que el reto está en buscar disfrutar haciendo lo que te gusta. Muy poco he podido aprender “de los primeros”, salvo de Edmund Hillary. Particularmente de Reinhold Messner, un ermitaño moderno, huraño y elitista, estrella para la que ser el primero sirvió para escribir libros que reflejan su carácter solitario y su filosofía de vida tan particular… escasos de interés, en mi modesta opinión, para cualquier montañero novato deseoso de aprender.

¿Qué nos puede enseñar Edurne, o Juanito Oiarzabal, o Miss Oh, a pesar de sus múltiples conferencias? Muy poco. Todo lo contrario que Iñaki Ochoa, o que Horia Colibasanu, o que los sherpas Dawa y Sonam… o tantos otros cuya actuación en la montaña sí puede servir de inspiración para un joven montañero.